miércoles, 31 de agosto de 2022

Visita de la Lic. Valeria Elichiry.

 El lunes 29 de agosto, nos visitó la Lic. Valeria Elichiry, en el marco del trabajo de entrevistas antropológicas que se encuentra realizando para su investigación Doctoral. Su tesis trata sobre el vínculo entre las personas y las plantas a lo largo del tiempo, y se enfoca mayormente en fenómenos alimenticios.

Valeria es antropóloga, con lugar de trabajo en el Área de Arqueología y Antropología, Área de Museos de Necochea. Desarrolla su Doctorado en Arqueología (FFyL, UBA) sobre alimentación enfocada en plantas, con énfasis en los vínculos entre el pasado y el presente, y es Becaria de CONICET. Parte del problema de la invisibilización de prácticas de recolección y utilización de plantas nativas (asociadas a prácticas de mantenimiento y reproducción de la vida) en el pasado y en el presente, en el sudeste de la región Pampeana (que incluye sectores de los partidos de Lobería, Tandil, Benito Juárez y Necochea).

Su enfoque se sitúa en la ética del cuidado y sostenimiento de una vida biodiversa desde la mirada de la Ecología Política Latinoamericana. Recientemente, en conjunto con la diseñadora industrial Pilar García, trabajadora del Área de Museos, desarrollaron un cuadernillo sobre plantas nativas alimenticias presentes en espacios públicos de Necochea. En ese trabajo se difunde información etnobotánica e histórico-arqueológica, y se invita al público a sumar información para poner doblemente en valor lo común.

Susana Gómez se encontró con ella y recorrieron juntas los distintos sectores en que se ha puesto en valor la vegetación nativa en Lobería, en el marco de los proyectos impulsados o acompañados por el COA.

 En Lobería, visitaron el camino que va desde la vieja estación de trenes hasta el Arroyo de Los Huesos, en donde Susana le contó la historia del proyecto de plantación de nativas y le mostró los ejemplares de jacarandá (Jacaranda mimosifolia), ceibo (Erythrina crista-galli), sen del campo (Senna corymbosa), chilca (Baccharis tandilensis) y cola de zorro (Cortaderia selloana), entre otras especies presentes. También, conversaron sobre la importancia de que el municipio escuche a las organizaciones y a las vecinas y vecinos y aporte al desarrollo de estas iniciativas, como mencionaba Susana, en este caso colaboraron con la compra de las plantas y el mantenimiento. No obstante, pusieron en común las dificultades del sostenimiento de los proyectos a lo largo del tiempo. En el recorrido observaron cómo algunas de las plantas se secaron, otras están rotas por malos usos y encontraron depósitos de basura.

 Luego visitaron el camino de Sirga, la Plaza Güemes y culminaron el recorrido en el Jardín de Nativas de Tamangueyú.

Valeria nos comentaba: A medida que voy desarrollando esta investigación observo una valoración positiva en distintos sectores de las comunidades en torno a las plantas, que se expresa en una diversidad de proyectos y organizaciones muy interesantes. En particular, creo que son iniciativas de gran relevancia las que se vienen desarrollando en todos estos espacios de Lobería, a pesar de las dificultades. La puesta en valor de los espacios públicos de forma comunitaria ya me parece una situación sumamente positiva a resaltar. Además, incorporar la dimensión de las plantas nativas, difundir sobre su importancia, no solo de las plantas en términos individuales sino de todas las relaciones que promueve, con las aves, con los polinizadores, con las personas que circulan en esos espacios, y con ellas embellecer los espacios comunes de la ciudad, a mi criterio, es muy significativo. 

En el camino de sirga pudimos ver distintas aves circulando por el arroyo o saliendo de los juncales y totorales; en una de las márgenes estaban las margaritas del bañado creciendo, y también están hermosas las Poa iridifolia ( nativa) que plantaron junto a los bancos.

Tanto en el camino de sirga como en la Plaza Güemes, nos cruzamos con varias personas habitando y utilizando esos espacios que, en definitiva, me parece que es lo que más habla de la relevancia de estos proyectos.

 El jardín de Tamangueyú merece una mención especial; para mí fue todo un hallazgo. La ruta 227 es el camino que nos lleva a los sitios arqueológicos que trabajamos junto al equipo del Área de Arqueología y Antropología de Necochea, desde hace décadas. A partir de 2018, con Selene Arislur y Franco Pazzi, colegas del equipo también con beca Doctoral, intensificamos las salidas para nuestros proyectos. Pero fue recién después de la pandemia, cuando pudimos retomar el trabajo de campo, que me sorprendí con ese hermoso jardín de nativas en la antigua estación ferroviaria del pueblo, un lugar que nunca antes me había llamado la atención.

 Así, por intermedio de Noelia Segovia, la museóloga del Museo Histórico La Lobería Grande, me puse en contacto con Susana  y con María Raffaghelli y de ese modo comenzó nuestro vínculo. En el recorrido por el jardín Susana me mostró la gran diversidad de plantas que han puesto y destacó que, en este caso, el aporte de los especímenes fue de vecinas y vecinos, y que algunas las hicieron de gajo o semilla.

 Observamos gramíneas, como las colas de zorro o vegetación del pajonal (Paspalum quadrifarium y Paspalum haumanii), y otras herbáceas, como la vara de oro (Solidago chilensis) o la verbena (Verbena bonariensis); especies leñosas, como los ceibos y espinillos (Vachellia caven), y arbustivas y subarbustivas como la chilca y la carquejilla (Baccharis articulata) o la Grindelia (Gridelia sp.), entre otras.

Desde mi enfoque entiendo que las relaciones entre personas y plantas son parte de nuestra historia; narran vínculos que permiten comprender modos de relacionarse con la naturaleza como un todo. Con mi trabajo de investigación y el reciente cuadernillo busco difundir conocimientos bioculturales a través de plantas. A partir de la confluencia de información que viene de fuentes diferentes, como la arqueológica, histórica y la memoria oral, busco recuperar y visibilizar dimensiones de valor sobre las plantas ya existentes en las comunidades y aportar otras nuevas.

Creo en la potencia del conocimiento en torno a la diversidad biocultural como herramienta de cambio social y de apropiación de lo común para promover el desarrollo de presentes y futuros más vivibles. Pero es central que para su supervivencia activa se conozca, se valore, se utilice de forma adecuada y se cuide. Me alegra mucho haberme cruzado con personas como Susana o María del COA que, en conjunto con muchas otras, sostienen estos proyectos de promoción y protección de la vida, en toda su amplitud.